La habilidad de prestar atención al momento presente sin juzgar y con aceptación, eso es mindfulness.
¿Te ha ocurrido no saber por dónde has llegado a un lugar o que te hayan dicho algo y no lo recuerdas? ¿Has olvidado si contestaste, o no, a un mensaje o qué le dijiste a alguien? Esto es ir en piloto automático, expresión que, seguramente, has utilizado alguna vez para referirte a no haber prestado atención al proceso de ir a algún lugar o hacer algo.
John Kabat Zinn, doctor que introdujo esta práctica para tratar el estrés y el dolor en las enfermedades, define mindfulness como prestar atención de manera intencional al momento presente sin juzgar. Él fue quien hace unos 30 años trajo esta práctica oriental a la cultura occidental con el propósito de expandir sus beneficios. Beneficios que la neurociencia ha investigado y constatado y que te contaré después.
¿Pero qué significa en la práctica el ejercicio del mindfulness? Por ejemplo, estás en una reunión de trabajo y te das cuenta de que tus pensamientos se han ido a lo que vas a hacer este fin de semana, o a la discusión que has tenido con tu pareja, o al regalo que le quieres comprar a tu amiga… es decir, no estás presente, en el momento presente. Darte cuenta te permite volver a esa situación actual, la reunión, y reenfocarte en lo que ahí está sucediendo, las propuestas de tus compañeras, tu jefa. Otro ejemplo podría ser cuando en una discusión con alguien, te das cuenta de que te está invadiendo una emoción “desagradable” y consigues no reaccionar porque priorizas una escucha activa y atenta en la que das espacio al otro para que se exprese y así poder llegar a un acuerdo. O como decía al principio, he ido conduciendo, o paseando hacia a algún lugar y cuando llego no sé decir cómo lo he hecho, o por dónde he ido. No me he dado cuenta de lo que sucedía mientras llegaba porque estaba en mi mente, ocupada en mis pensamientos y no estaba presente en lo que estaba sucediendo o haciendo. Seguro que te reconoces en alguna de estas situaciones o se te ocurren otras en las que “te has perdido el momento presente”.
¿Y si te digo que mindfulness es una habilidad que todos tenemos? ¿Estás presente cuando bailas una música? ¿Cuándo haces deporte? ¿Cuándo escuchas una canción que te gusta? ¿Cuándo preparas una receta para alguien a quien quieres y has invitado a cenar? ¿Te reconoces en estas situaciones concentrada, y centrada, en lo que estas haciendo? ¡Lo tienes! Eso es mindfulness, atención plena, estar en el presente o como prefieras llamarlo.
Te explico los beneficios de esta práctica.
Tecnologías de escaneo cerebral revelan que el mindfulness puede cambiar la comunicación e interacción entre diferentes regiones del cerebro, mejorar sus funciones e incluso crear nuevas neuronas. La práctica continuada de la atención plena favorece la neuroplasticidad, es decir, que nuestro cerebro cambie, en oposición a lo que se conoce como neurorigidez que viene asociada a un estilo de vida que nos resulta poco estimulante. Estos cambios son importantes a nivel cerebral porque impactan directamente en nuestra forma de pensar y comportarnos.
El Dr. J. David Creswell de la Universidad Carnegie Mellon de Pensilvania, realizó un estudio en el que los participantes, personas en situación de desempleo con elevados niveles de estrés y ansiedad, aprendieron las bases de la práctica del mindfulness o atención plena durante 6 semanas. Los resultados fueron los siguientes: regulación de las emociones, capacidad de afrontar del estrés y mejora de la salud física y mental. Impresiona ¿verdad? Otros estudios e investigaciones neurocientíficas, muestran que la práctica continuada del mindfulness transforma la amígdala, e incluso llega a provocar que se vuelva más pequeña.
¿Y qué es la amígdala? Es esa región del cerebro que, además de estar involucrada en las respuestas fisiológicas derivadas del miedo y la detección de peligros, es parte del cerebro emocional y participa en la respuesta de lucha o huida, mecanismo por el cual nuestro cuerpo libera hormonas del estrés. Esto tiene importancia y relevancia porque si la amígdala está calmada las funciones cerebrales superiores aumentan, a la vez que las respuestas automáticas se regulan.
Por si no queda claro, la práctica de la atención plena favorece respuestas reflexivas y calmadas, podríamos llamarlo claridad mental, e inhibe respuestas cerebrales impulsivas que podríamos definir de carácter arcaico
La práctica de mindfulness mejora nuestra concentración, nuestra regulación emocional porque aprendemos a saber lo que sentimos en el momento en el que lo estamos haciendo, identificamos, somos conscientes, sin control alguno, pero prestándonos atención, escuchándonos.
Y ahora que has leído esto y has atisbado los beneficios de esta práctica, te invito a que te tomes unos minutos, y le prestes atención a tu respiración. Puedes hacerlo con los ojos cerrados o semientornados, como te resulte más cómodo, si bien es cierto que el silencio en quietud aporta beneficios que no aporta cuando mueves los ojos, precisamente porque la quietud propicia una mayor concentración. Pero se trata de que te halles en ese lugar que vas a visitar así que tu decides como pones los ojos. Presta atención a tu respiración, y siente el aire que al inspirar entra por tu nariz, siente su frescura a la vez que sientes como se expande el abdomen y se hincha tu pecho; y al exhalar, siente el aire que sale mas cálido ahora y cómo desciende el pecho y el abdomen se mete hacia dentro, vaciándose. Repite esta respiración, sin alterarla a tu ritmo natural, unas cuantas veces y quédate ahí sintiendo tu cuerpo, él es quien te trae al presente. ¿Qué has sentido? ¿Qué has observado?
Esta práctica es tan sencilla como poderosa, te propongo que introduzcas unos minutos diarios para realizarla, a estar en el presente, y que, si a lo largo del día te surgen momentos complicados, o te sientes alterada, cansada, te pares, te concedas un tiempo para ti y realices este ejercicio. Este sencillo ejercicio de atención plena o mindfulness, en definitiva, de presencia en ti, de vuelta a casa.