La comida es información para ti y para tu organismo.
Cada vez que comes hay una reacción en él que va a afectar directamente a cómo te sientes.
Por esto es importante atender a qué tipo de nutrientes entran en tu cuerpo y cómo responde a esta ingesta.
¿Y cómo te sientes tú? Cansancio, depresión, tristeza, falta de humor…
Si atiendes al tipo de nutrientes que ingieres y a la reacción que provocan en ti, los dos, tu organismo y tú, empezaréis a funcionar armónicamente bien, y ya verás como lo notas.
Recuperarás energía, vitalidad, ánimo y, de la mano, vendrán el enfoque, la reducción de la inflamación, el descanso.
Has de saber que hay alimentos que causan dependencia, adicción y no son precisamente nutritivos, aunque sí altamente palatables (gratos al paladar)
Son alimentos que reducen tu energía y te ayudan a sentir cansancio y hambre cada poco tiempo.
Alimentos que engañan a tu cuerpo, que le confunden.
¿Te suena? ¿Te pasa?
Todo esto se debe al grado de inflamación que producen.
Recuperar la comida real, eliminar los procesados, los azúcares, los refinados, todo aquello que se aleja de lo que la naturaleza nos ofrece, es una apuesta por tu bienestar físico y emocional.
Es una inversión a futuro, desde el presente.
Toma acción y cuídate tú, no esperes a que tu cuerpo te lo pida a gritos.
No esperes hasta enfermar.
Esto también es responsabilidad y consciencia.
¿Y qué es la comida real?
Es aquella que cuando llevas dos o tres días comiéndola tu cuerpo te pide cambio. Por ejemplo: tras varios días comiendo, carne o pescado, o un tipo de verdura tu cuerpo, como necesita regularse, te pide cambiar y pasar de la carne al pescado o viceversa, de una verdura a otra, de una fruta a otra…
¿Y qué es un producto procesado?
Es aquel que engaña a tu cerebro y a tu cuerpo a través de los aditivos que lleva de tal manera que puedes entrar en un bucle y siempre comer lo mismo. Ejemplo, desayunar bollería, cereales azucarados, galletas. Ante estos productos tu cuerpo se confunde y no genera la necesidad de autorregulación porque está “enganchado” a esos sabores que generan adicción y mandan la señal de querer más (incluso de falsa necesidad) y así nos vemos comiendo, picando y merendando recurrentemente más de lo mismo.
¿Cómo podemos identificar en nuestro organismo que algo no va bien con este tipo de alimentación?
Así de manera rápida, observando y sintiendo nuestra energía, nuestro estado emocional. Puede que sintamos cansancio recurrente, que nos den varios bajones a lo largo del día; puede que no acabemos de tener el foco necesario para emprender lo que necesitamos hacer; puede que nos sintamos en modo derrota, o tristes, o susceptibles.
No te voy a decir que con la comida todo se arregla; somos un todo y pertenecemos al todo y por ello hemos de cuidar todos nuestros puntos geográficos, nuestro norte, sur, este, oeste y… ¡nuestro centro!
Sí te voy a decir que, desde ese concepto de unidad, la alimentación física, aquello que escogemos comer habla de cómo somos y cómo estamos en ese momento. Habla de nuestras necesidades físicas y emocionales y no solo habla, sino que en esa sinergia a veces nos grita lo que sería bueno cambiar. Si prestamos atención y nos escuchamos podremos actuar.
Y actuar cambiando hábitos alimentarios que ya no nos sirven nos va a ayudar a cambiar hábitos relacionales, emocionales, existenciales, que ya no caben en nuestra vida.
Y al revés, es decir, tu decides por donde empezar tu cambio, mi propuesta es que observes todos tus flancos y actúes en coherencia, pero que no te olvides de tu alimentación.
No creo que seamos lo que comemos pero sí creo que somos como comemos.