Decía Thich Nhat Hanh que en nuestra cabeza suena sin cesar una radio, la del PSP: Pensar sin Parar; esta acción (actitud diría yo) es una manifestación de que nuestra cabeza está llena, llena de ruido y por eso no podemos oír la llamada de la vida. Este artículo podría acabar aquí y ya tendría sentido, pero no sería mas que una reproducción de lo que este monje budista, fallecido el año pasado, mantenía como evidencia de la infelicidad que manifestamos la mayor parte de los seres humanos. Porque esta presencia constante y agotadora de ruido mental hace que en esa búsqueda incesante de la belleza y de la felicidad que nos caracteriza, nos perdamos porque no podemos apreciarla.
Qué ocurre cuando entras en una habitación y el sonido de la televisión está muy alto, o el de la radio; o cuando escuchas una conversación en la que el tono está por encima del umbral “normal” (quizás sería bueno redefinir cual es el umbral en estos tiempos actuales). A mi me sucede que me surge bajar el volumen, siento que me inquieta y me incomoda y cuando, por fin, ese volumen desciende siento descanso. Lleva esto ahora a tu ruido mental. Cuando consigues acallar, aquietar la mente (que no dejarla en blanco) encontramos esa misma calma. Sin embargo, no es la costumbre darnos cuenta del ruido mental, me atrevo a decir incluso que en esta sociedad tan llena de estímulos estamos instalados en el ruido mental y desde ahí va a ser difícil escuchar a nuestro corazón.
Con ruido no me refiero únicamente a televisión, radio, conversaciones, también, y vuelvo al maestro Thich Nhat Hanh, publicidad, pantallas, mensajes, redes sociales y, añado, para los que viven en una ciudad, el ruido de los coches, motos, sirenas y un sinfín de ruidos urbanos que en micaso provocan aturdimiento cada vez que paseo por sus calles, me desconciertan, incomodan e intimidan ( ¿serán los años?).
Y sin embargo siento que hemos generado una dependencia emocional del ruido, nos cuesta estar en silencio porque nos cuesta estar a solas con nosotrxs mismxs y se produce una dicotomía porque, por un lado, ansiamos la paz y por el otro nos llenamos de estímulos que dificultan que la encontremos.
¿Eres capaz de estar a solas en casa sin el sonido de una música (por muy relajante que esta sea), de la radio, la televisión? ¿Qué es lo primero que sientes cuando tus hijos, pareja, se van de viaje? EL SILENCIO, silencio ensordecedor, que es quien te dice que estás solx e incluso puedes sentir vacío asociado a ese silencio. Se que esta experiencia puede resultar incómoda cuanto menos, pero, en verdad, no estas solx, estás a solas contigo, en tu compañía. Te digo, no es tan difícil acostumbrarnos a nuestra propia compañía; de esos jardines, pueden salir experiencias maravillosas de reencuentro con nuestra esencia, con lo que verdaderamente somos, que no es la profesión que ocupamos, o la posición social, la pertenencia a un clan determinado o el hecho de ser madres o padres de. En verdad, SOMOS, y ya éramos y seremos así de sencillo y pleno. Y si buscamos momentos de silencio y quietud conectaremos con esa nuestra esencia.
Pablo D’Ors, otro gran maestro, dice que el silencio es la manifestación del respeto. Hacia ti y hacia mí. Grandes y poderosas palabras.
Te invito a buscar el silencio, a transitar la incomodidad que te pueda traer, a descansar en él; a descansar en ti, a nutrirte.
Namasté