Aceptar, piedra angular de la vida consciente. - Teresa Rosete

“El momento más oscuro de la noche de la vida, ocurre un instante antes de amanecer” Vicente Ferrer

Aceptar, ese gran SÍ con el que poder plantarme ante la vida dispuestx.

Encarnar, venir a este mundo, es nuestro primer ejercicio de aceptación. Decimos que sí a la vida y en esa aceptación está incluido todo aquello que ha de acontecernos; en ese sí asumimos un compromiso para con nosotrxs, asumimos el compromiso y la responsabilidad de vivir. 

Ocurre que en nuestro tránsito vital nos vamos desconectando de la fuente y vamos olvidando y entrando en modo supervivencia y, así, dejamos de confiar y de creer (y de sentir) que aceptar es incluir y no negar. Este es el Gran Olvido y el ejercicio de recordar no es si no el de ir descorriendo la cortina de humo desde la comprensión de que el mundo es perfecto incluso con mis ganas de cambiarlo. ACEPTAR.

“Dejo de resistirme a lo que rechazo de mí. También soy eso” Chandica

Se nos olvida porque las experiencias vitales nos van llevando por caminos que, desconocidos, nos colocan en situación de elegir entre supervivencia o vivencia y la primera opción se nos hace mas plausible y amable ante el dolor. Cierto es que negar u obviar ciertos hechos, palabras o personas, nos aleja momentáneamente de estos dolores y del sufrimiento, pero no es menos cierto que el hecho de negar un dolor y no transitarlo lo convierte en arma poderosa y latente que permanece a la espera del siguiente detonador que lo active. 

Aceptar que sentimos dolor, tristeza o rabia podría ser tan natural como aceptar nuestros estados eufóricos si fuéramos conscientes de que, en nuestra naturaleza, conviven ambas caras de la misma moneda. Entonces ¿en qué momento nos disociamos de nuestra naturaleza, de nuestra esencia, como para instalarnos en la creencia de que sólo somos si somos lo “bonito” lo “amable” lo “positivo” lo “fuerte”?.

En el mismo momento en que en nuestra bien temprana infancia sentimos la necesidad de ser aceptadxs tal y cómo éramos y no se nos dio.  

Una criatura, ha de ser querida por el mero hecho de existir, esto es absoluto y rotundo; no ha de hacer nada a cambio para ser querida o aceptada, y ese no hacer nada es literal, no tengo que portarme de una manera determinada, ni callar, ni dejar de pedir, ni dejar de llorar, ni tan siquiera tengo que dejar de esperar amor, protección, seguridad. Soy merecedora por el simple y grandioso hecho de estar aquí  

Es ahí, en esa primera aceptación de la niña o el niño, donde se gesta mi sentimiento de valía que hace que me acepte de forma natural, y, por ende, acepte a la vida y a la humanidad; ahora bien, si ocurre que no se me da esa aceptación y desconecto de mi valor, me congelo emocionalmente y, desde mi herida de abandono o rechazo, me colocaré en modo supervivencia desde el cual tendré que estar desarrollando estrategias para reclamar ese valor, esa aceptación y ese amor que no siento en mí.  

Agotador e infructuoso, porque aquí aparecen esas expectativas, esas necesidades de cuando nos movemos y actuamos, en realidad, vivimos, desde la carencia, pero claro, complicado es conectar con la abundancia si cargamos la mochila de la desvalorización.

Y en esta aventura del vivir, y con esas estrategias que desarrollamos, podemos observar qué pautas adquirimos y ejecutamos en la no aceptación. Y ahí, conectar con ese amplio listado de juicios, que mantenemos bien actualizado, nos va a dar una pista.

Cuántas veces hemos pensado a lo largo de nuestra vida que nos gustaría haber nacido con otra condición física, otra voz, otras habilidades, en otro lugar, con otra familia, otros amigos…  dejando  a un lado la comprensión de que nuestra realidad es solo nuestra y que con ella hemos de transitar esta vida, ¿con áreas de mejora? por supuesto, ¿actuando en aquello que puedo transformar? claro que sí,  ¿partiendo de la aceptación? inevitable.

Y no solo es lo que no nos gusta. A veces, nos gustamos tanto que caemos en soberbia. Y no nos engañemos eso no es autoestima ni amor propio, eso es soberbia y ambos extremos nos hablan de lo mismo, de no aceptarnos, de negarnos a nosotrxs mismxs, de falta de presencia y de realidad.

El hecho de enjuiciarnos constantemente, de desvalorizarnos viene de la creencia de que hay algo malo en mí y esto me produce un profundo dolor. Y con este dolor y con este sentimiento de no sentirnos buenxs podemos conectar, como dice Tara Brach, con el simple hecho de oír acerca de los logros de otra persona o con que alguien nos critique o con cometer un simple error en el trabajo.

La constante comparación a la que nos sometemos habla de ese sentimiento de no valía, de no sentirme  buenx  ni merecedorx. 

Tara Brash maneja un concepto que es el de la Aceptación Radical, de raíz; concepto que no solo comparto, sino que yo misma intento aplicar en mi día a día con resultados a veces infructuosos. Aceptar de raíz se complica al tener que soltar falsas creencias, prejuicios, estereotipos y entregarme a la experiencia de ver en el otro y en los acontecimientos, esa oportunidad de aprendizaje que pasa de manera irremediable por aceptar si es que quiero vivir de manera consciente. Yo hace tiempo elegí y decidí VIVIR.

El camino, el trabajo para avanzar en esto de la aceptación es, en primer lugar, tratar de ver que la aceptación implica acción, moverse, generar estrategias para no quedarme enganchadx, para desapegarme y dejar de identificarme. Desde esta lógica la aceptación no es resignación, no es conformismo. Quedarme en esto último me lleva a la pasividad, a no ver la oportunidad de aprendizaje y de cambio. Quedarme en la resignación y el conformismo es entrar en modo supervivencia.

Para avanzar de manera  práctica en el camino de la aceptación hemos de trabajar antes la autoaceptación (el resto, vendrá de manera natural cuando nos coloquemos en el sendero de vernos y reconocernos a nostrxs mismxs) y podemos iniciar comenzando a poner atención en los pensamientos negativos que me surgen a lo largo del día, puedo incluso anotarlos (como si de una lluvia de ideas se tratara) y a partir de ahí inicio un autocuestionamiento y me pregunto si es verdad este pensamiento, si me hace sentir bien o si me ayuda a alcanzar mis objetivos. Este ejercicio de cuestionarnos requiere de honestidad profunda y también radical porque va a ser la respuesta sincera la que nos muestre el camino a seguir. Práctica sencilla pero eficaz en esto de descubrirnos.

 La buena noticia en esto de aceptarnos es que no hay nada que perder, todo es ganancia, dejo de vivir en el enemigo en casa, descanso en mí y aligero mi mochila.

No hemos venido a sobrevivir, estamos aquí para vivir, en plenitud, de manera consciente y responsable, disfrutando, y, para ello, he de integrar y para integrar he de aceptar y aceptando VIVO.

¿QUIERES? ¿A QUÉ ESTAS DISPUESTX?

“Cuando el corazón llora por lo que ha perdido, el Profundo sonríe por lo que ha encontrado”.

Sabiduría sufí.