Como si de un bálsamo o ungüento se tratara con el que impregnarnos el cuerpo y convertirlo en senda por la que transite nuestra alma, ya tierna de por sí.
Ternura como expresión de amor, de sentir amor y transmitirlo de tal manera que circule y nos impregne la vida de un aroma de calidez, cercanía, amabilidad y cariño.
Ternura expresada en las manifestaciones concretas que recibimos y damos (caricias, besos, abrazos, miradas, gestos…) que propicien un ambiente humano acogedor, amable y confortable que nos permita vivir, crecer y madurar.
Ternura como testimonio de vida, que nos empuje, inevitablemente, a vivir en ese sentimiento cálido y amoroso que a su vez sea motor para cuidar a lxs otrxs.
Ternura como expresión de nuestra humanidad, sabiendo que, cuando el flujo del amor y la ternura siguen su curso, lo único que queda por hacer es sumergirse en él como las aguas que van al mar.
Ternura como confianza.
Ternura como certeza.
Ternura en la educación, recobrando su dimensión afectiva y siendo conscientes de que ayudar a desarrollar la ternura va a permitir que esta dinamice y potencie nuestra existencia. Desarrollar la ternura y la sensibilidad, acogerla y fomentarla desde la certeza que son un preciado tesoro que nos aleja de la lucha y nos abre la mirada expandiendo el corazón.
Ternura recuperando los pequeños gestos, la lentitud, el bien hacer en las cosas pequeñas, soltando las grandes gestas y percibiendo el detalle con mirada sencilla y curiosa.
Ternura para crear una vida amorosa.
Ternura para convertir lo profano en sagrado, ocupando nuestro lugar y poniendo en cada gesto, en cada acto, atención y consciencia.
Ternura para encontrar el cielo, viviendo esta tierra.
Y descansar al fin.